sábado, 16 de octubre de 2010

Daphne:

A la mañana siguiente, tardé un cuarto de hora en poder levantarme de la cama. Estaba exhausta, todo me daba vueltas y notaba un intenso dolor en el estómago.

Pero no podía faltar a clase. Ahora que me había propuesto ganar el campeonato, no ir a clase sería una señal de debilidad. Y no iba a permitir que me vieran de aquel modo.

Una vez de pié, y esquivando el desorden de mi habitación, me dirigí al cuarto de baño para empaparme la cara antes de enfrentarme a un nuevo día de instituto.

A primera hora teníamos gimnasia…

-Genial… - murmuré irónicamente mientras cepillaba mi pelo liso.

Me vestí a duras penas y salí de casa sin ni siquiera despedirme de mi madre.

El sol brillaba con fuerza y no había ninguna nube a la vista, pero para mí el día se tornaba de lo más oscuro.

Ya había comenzado la cuenta atrás para el campeonato, y el tobillo había hinchado a lo largo de la noche.

Caminé a grandes zancadas mientras me ponía los cascos de mi IPOD. En aquellos momentos solo pretendía olvidar. O incluso, volver a empezar…

Pero justo cuando pensaba que ya nada podía perturbar mi mente tranquila, Chloe giró la esquina con la cabeza gacha mientras jugueteaba con nerviosismo con una de las borlas que colgaba de su extravagante collar.

Me paré en seco. No esperaba encontrarla allí.

-Parece que vivimos cerca- murmuré.

La aludida levantó la cabeza como si no se esperara que fuera a ella a la que me estuviese dirigiendo. Pero, finalmente, saludó con la cabeza sin despegar las manos del collar.

-¡Hei Daphne!

Me giré de golpe al escuchar mi nombre al fondo de la calle. Aunque no lo necesitaba para saber que los amigos de Lance se estaban acercando.

Miré al frente donde Chloe permanecía paralizada y con la mirada perdida.

-¡Vamos! O llegaremos tarde- susurré.

La agarre del brazo y apuré el paso apoyándome en ella cuando me fallaba el tobillo.

En aquellos momentos podría estar con ellos, como siempre había sido; con gente importante, conocida… Y sin embargo, por algún motivo que hasta a mí misma se me escapaba, había decidido salir corriendo con ella…

Definitivamente, estaba loca.

Quizás La diosa del Apocalipsis, apodo que me había ganado a conciencia, estaba perdiendo facultades.

Suspiré.

Fuera como fuese, nadie podría hacerme cambiar.

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