viernes, 8 de octubre de 2010

Daphne:

Cuando sonó la campana recogí mis cosas y salí sin mediar palabra con la misma expresión con la que había entrado. La clase se había vuelto del todo pesada tras la salida de los dos chicos nuevos.

Estaba furiosa.

Habían dicho que participarían en el campeonato escolar… ¡Ellos! Dos alumnos nuevos…

El resto de atletas llevábamos años y años entrenando días, noches y festivos para aquella competición. Y sin embargo, ellos, en cuestión de días, habían conseguido entrar sin el más mínimo esfuerzo.

No era justo…

Miré el horario con frustración: Matemáticas, Tecnología, Literatura… Lo sostuve entre mis manos durante unos instantes antes de romperlo y tirarlo a la papelera. Había asistido a la primera clase, ya había cumplido.

Cogí mi mochila y tras esconderla en una esquina, salí del instituto.

Según lo que sabía, ahora los integrantes del grupo de natación estarían entrenando. Solo tenía que esquivar las piscinas y podía entrar en una de las salas especiales del polideportivo para poder entrenar.

La velocidad y la discreción siempre jugaban a mi favor, pero unas voces me entretuvieron a mitad de camino.

-No me gustan sus aires de superioridad.

-Nadie sabe de donde han venido y ya se han hecho con todo el instituto…

-Estoy seguro de que muchos de nosotros nos quedaremos sin participar por culpa de esos dos.

Me mordí la lengua para evitar meterme en la discusión. Al parecer no era la única con aquellas ideas en mente.

Llegué a la sala 15 con el corazón palpitando dolorosamente contra el pecho. Confiaba en poder detenerme a descansar una vez que entrase, pero no fue posible…

Allí estaba aquella chica rubia, con mi mochila en la mano, probablemente esperándome.

-¿Qué haces aquí?- murmuré apretando la mandíbula con fuerza.

-¿Qué haces tú aquí?- preguntó.

Decidí no hacer más preguntas. No estaba de humor para mantener una conversación de aquel tipo.

Cogí mi mochila y la tiré en un rincón.

-Pensaba que te gustaba estar en clase.

-Yo no he dicho lo contrario- contraatacó arqueando las cejas.

-¿A que has venido?- pregunté al fin.

-Solo a preguntarte el porqué… quiero decir… antes quería hablar contigo…

-Lo siento. ¿Contenta? No necesito hablar con nadie ahora. Creo que puedes irte si era eso lo que venías a hacer.

Por el contrario, ella se apoyó contra una pared mirándome fijamente.

Volví a ignorar sus movimientos y me concentré en la pared que tenía delante. Cinco pasos para llegar hasta ella y con una altura de casi tres metros y medio. Perfecto.

Tomé aire y flexioné las rodillas.

El impulso fue suficiente, tal y como esperaba, logrando una voltereta perfecta antes de posarme sobre el suelo de nuevo, algo más calmada.

Intenté ignorar las punzadas de dolor del tobillo mientras continuaba.

Notaba su mirada clavada en mi nuca.

No sabía por qué pero su presencia no me disgustaba; todo lo contrario, parecía comprender con rapidez.

Estuvo allí sentada, todo el tiempo, observando mis movimientos con una mirada de oculta fascinación. Era evidente que sabía que todo aquello no lo había conseguido gracias a alguna clase de gimnasia rítmica.

Justo cuando creía que ya había conseguido concentrarme por completo. Uno de los bolsillos de mi mochila comenzó a vibrar.

Grité de pura desesperación antes de acabar arrodillada por error.

-¿Te has hecho daño?

Se levantó casi al instante, preocupada por mis quejidos.

-No… es el tobillo… esta mañana no lo he apoyado bien y…

-Eh, ¿No son esos los dos de esta mañana?

En aquel momento el dolor del tobillo desapareció repentinamente. Si… eran ellos. Y algo me decía que tendríamos oportunidad de verlos desde más cerca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario